Samaris – Ég Vildi Fegin Verða
https://youtu.be/bWPg46hNjfo
Iba de camino al coche, a buscar la caja de pinturas, como siempre en los
últimos días de septiembre, cruzaba el puente, y sin saber por qué, me
encontré acelerando el paso, como si alguien me estuviera esperando.
Iba con la mano sobrevolando la piedra esculpida por el cielo,
manteniendo con ella un diálogo al tacto, iba tarareando, hasta que llegué
al semáforo. Levanté la vista y allí estabas, del otro lado: una mirada tras
unas gafas de sol; la misma que vestía yo. El verde nos puso en
movimiento, tú ibas subido en tu bicicleta, el tiempo se guardó el reloj de
pulsera, me acercó a tus bucles castaños, a tu bigote y barba cobrizos de
luz, me acercó a esa mirada que escondía el cristal tintado, la mirada con
la que se toca el corazón. Nos cruzamos. Nos miramos; más allá de los
ojos, recordé; tarde, tarde recordé, que ayer había soñado contigo, y
conmigo.
Soñé contigo, cruzábamos nuestras almas, nuestros destinos; yo iba a
pintar vidrieras, tú venías con tu cabeza llena de ideas. Soñé contigo, y tu
mirada me traspasó. Al despertar, tuve la certeza de que nos cruzaríamos
de nuevo, en el mundo real, ya no sólo, en sueños.
Sobre aquel paso bipolar, sentí tarde que me susurrabas: quisiera
conocerte. Ya habías cruzado la calle, en medio nos separaba el río de
asfalto, nuestros caminos fueron durante unos segundos para-lelos, yo te
miraba, diciéndote: espera, aún no te vayas. Tú tomaste la rampa del viejo
Turia, dándome de nuevo la cara, y a siete carriles de distancia nos
volvimos a ver; tú te ibas, girando con tu inercia, y yo… te esperaba del
otro lado, huyendo de mi olvido.
Ya desaparecías tras la piedra, la misma que me habías observado
acariciar, nuestras miradas aún permanecieron hiladas un aire, por el que
yo te susurré: soñé contigo, en un lugar distinto, nuestras almas se
abrazaban, sostenidas por la mirada, también yo quisiera conocerte, vete
tranquilo, tal vez, así sea, en la otra vida, donde soñé contigo.
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